Ejercicio físico… ¿Por qué sí?

Cuando empezamos a cuidar nuestra alimentación, el motor inicialmente suele ser nuestra intención de bajar de peso, en algunas personas puede ser por motivos estéticos, en otras personas el verse con alguna patología que modificando su alimentación puede mejorar, remitir o incluso desaparecer… Y casi siempre ocurre, que empezamos a encontrarnos mejor, con más energía, con más ganas de hacer cosas, y pensamos ¿Por qué no? Introducir la actividad física. Más que un “por qué no”, estaría bien darle una vuelta a “por qué sí”:

Siempre hemos escuchado que el ejercicio físico es algo interesante de incorporar de cara a tener una mayor salud o mejor calidad de vida, y no solo por mantener el peso corporal, que por supuesto también… Por un lado, somos conscientes de como practicar ejercicio favorece el consumo de calorías, y por tanto la reducción de nuestros depósitos de grasa en el organismo, ya que mediante la puesta en marcha de varios procesos metabólicos estamos convirtiendo nuestros ácidos grasos acumulados en nuestro tejido adiposo (o grasa) en cuerpos cetónicos, que, junto con la glucosa producida por glucogenólisis y neoglucogénesis, aportan energía al musculo, por lo que, utilizamos nuestras reservas de grasa como fuente de energía, disminuyendo así, los niveles de grasa en nuestro organismo.

Pero no es lo único… también se han encontrado relación con muchas patologías. Es muy importante mantener ejercicio físico regular en patologías como la diabetes, que mejora la resistencia a la insulina, o enfermedades como la hipertensión, que ayuda a regularla, ya que sabemos que el ejercicio físico actúa como cardioprotector. Hemos de tener en cuenta, además que mantiene e incluso aumenta la densidad ósea, por lo que es importante incorporarlo en nuestro día a día en patologías como la osteoporosis. Igualmente, cada vez hay más estudios que corroboran como la práctica de actividad física reduce las probabilidades de padecer enfermedades degenerativas como Alzheimer o el párkinson y dentro de las enfermedades propias del sistema nervioso, se sabe que puede ser muy útil en enfermedades como la depresión y la ansiedad.

Aunque muchas veces, no hace falta que nos refiramos a estudios, porque todos aquellos que practicamos actividad física o que tenemos alguien cerca que se ejercita con regularidad, somos conscientes de cómo favorece al sentido del humor, como se descansa mejor por la noche, como te puedes encontrar incluso más activo, más concentrado y mucho más ágil… en resumen, más feliz… ¡¡Más vivo!! Al principio, puede venir bien buscar algún grupo de gente que practique, si eso puede ayudarte a estar más motivado. Si no…

¡Investiga, experimenta, busca y descubre cual es la actividad física que más te motiva y ponte en marcha!

María Giménez Boix – Dietista – Nutricionista CV0091

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